Capítulo 10: Luces y Sombras en el Centro Financiero
«El tiempo nocturno tiene su propia geografía: mientras la ciudad duerme, otros mundos despiertan en el silencio, tejiendo sus propias redes de luces y sombras, de encuentros y soledades.» El nuevo compás familiar El año que siguió a nuestra llegada a Montréal fue como entrar en una danza nueva, una coreografía incierta que ninguno de nosotros conocía pero que todos fingíamos dominar. La ciudad, con sus árboles encendidos en llamas de otoño y su aire que olía a promesas y a nostalgia, nos envolvía en un abrazo frío y elegante a la vez. El tiempo, ese artesano caprichoso que a veces se comporta como una amante distraída, parecía haberse embriagado: a veces nos unía en ráfagas de ternura y luego nos dejaba a la deriva, cada uno girando en su propia órbita, como planetas que comparten el mismo cielo pero no siempre la misma luz. Mauricio, con apenas cuatro meses de transitar el programa de transición, dio el salto —valiente y sin mirar atrás— a la escuela regular en francés. Cada maña...