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26 * Luz en las sombras

  Capítulo 26 Luz en las sombras Dicen que todos, sin excepción, albergamos demonios en los pliegues más recónditos del alma — criaturas que respiran sin pulmones, que viven sin sangre, alimentándose de silencios prolongados como quien sorbe el rocío de madrugadas interminables. No siempre se manifiestan. Rara vez les damos nombre. Pero permanecen: agazapados entre las pausas de las conversaciones, disfrazados de orgullo herido, anidando en cicatrices que aprendieron a respirar bajo la piel, como si el dolor fuera su único oxígeno. Durante años los dejamos crecer en penumbra —convencidos de que ignorarlos equivale a desarmarlos—, mientras ellos se nutren del mutismo, engordan con el miedo, multiplican sus susurros cuando intentamos esquivarlos. No gritan, pero sus murmullos se filtran en los sueños como agua entre las grietas del muro. No golpean, pero su peso se instala sobre los hombros cada amanecer, transformando el simple acto de levantarse en una pequeña épica cotidiana. ...

24 El sabor del tiempo perdido

  Capítulo 24 El sabor del tiempo perdido No tengo la costumbre de contar lo que me sucede —no por pudor, sino porque el tiempo en mí se niega a ser domesticado—. Los días no se alinean como cuentas en un rosario: se amontonan como hojas al viento, se confunden como voces en un sueño, se disuelven como tinta en agua. Lo que me duele no tiene fecha ni causa ni testigo. Es un eco sin dueño, una vibración persistente que se instala en la médula de los días, como si el pasado se negara a ser archivo y prefiriera seguir latiendo en rincones imprevistos, donde la memoria no alcanza pero el alma sí tiembla. Por eso, cuando crucé la puerta aquella mañana del 26 julio de 1986, no supe si estaba huyendo o simplemente obedeciendo a una grieta que se había abierto en mi historia. Había dejado atrás el banco, el escritorio pulido, las cifras que nunca hablaban de mí. En el bolsillo llevaba una visa de turista por catorce días: papel delgado, casi burlón, frente a la magnitud de lo que estaba...

22 El Túnel del Tiempo: Donde la memoria sueña

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  Capitulo 22 El Túnel del Tiempo Donde la memoria sueña: Una historia que tal vez ocurrió, o tal vez no, pero que es verdadera de todos modos... Antes de que empiecen ustedes —con esa seriedad de quien supone que el universo fue creado exclusivamente para darle trabajo a los científicos— a desenfundar fórmulas, ecuaciones o a sacarle radiografías al misterio, conviene que lo aclaremos: lo que voy a relatar pertenece a ese club de sucesos que son tan insolentes que se aparecen cuando nadie los ha invitado y se esfuman en cuanto uno intenta explicarles su modo de entrada. Es un poco como con las mariposas. No falla: en cuanto se empeñan en cazarlas, se comportan como suegras ofendidas, que huyen al menor intento de cordialidad; pero si uno se queda quieto, respirando con la filosofía del que ya ha perdido el tren y solo espera el siguiente, entonces ellas se le posan en la nariz… y ahí lo tienen a usted, convertido en un daguerrotipo viviente de la paciencia y la ridiculez humana...

25 El río de las confesiones nocturnas

  Capítulo 25 Los pequeños maestros del alba En el lenguaje silencioso de las mañanas, cuando la ciudad aún bosteza entre sus tejados y el cerro de Mont -Royal guarda secretos en su niebla, los gorriones llegan como si supieran que la ternura no necesita anuncio. No cantan para ser escuchados, ni vuelan para ser admirados. Vienen, simplemente, como quien cumple un pacto antiguo con la vida. Los observo desde mi ventana, posados en mi balcón como notas de un pentagrama invisible. Son pequeños, sí, pero su lección es inmensa: la fidelidad no se mide en promesas, sino en presencias cotidianas. No hay juramento, ni ceremonia, ni testigo. Sólo el milagro de estar. De volver. De repetir el gesto sin esperar aplauso. Cada uno de ellos, con su plumaje modesto y su vuelo breve, me recuerda que el amor verdadero no hace ruido. Se instala en los rituales mínimos: en el pan compartido, en la sombra ofrecida, en el silencio que acompaña sin invadir. Son los gorriones los que me enseñan que la...