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30 Pinceladas finales sobre la existencia

Capítulo 30 Pinceladas finales sobre la existencia A esta altura de los años, cuando el cuerpo ya no grita sino que murmura y las manos, cansadas de la batalla, han aprendido la nobleza de soltar lo que alguna vez defendieron con uñas de fuego, descubro que no me arrepiento. No del ritmo errático con que atravesé los días, ni de los amores que irrumpieron como vendavales en la entraña, dejando cicatrices que aún laten como constelaciones ocultas. He sido ese pájaro sin mapa, errante y obstinado, que encuentra reposo en cualquier rama porque comprendió que el vuelo no es destino, sino método: una manera de dialogar con el aire, de acariciar lo invisible sin prometerle eternidad. Y en esa travesía, hecha de tropiezos y epifanías, aprendí que la vida no se mide en los logros, sino en la música secreta de lo que se entrega y se pierde. Hoy, mientras la memoria se vuelve un río lento y las estaciones me recuerdan que todo es tránsito, celebro haber sido viento, haber sido llama, haber s...

29 La gravedad de los recuerdos

  Capítulo 29 La gravedad de los recuerdos La noche llegó como llega siempre en Montreal cuando octubre se despide: sin ceremonia, apenas un deslizarse de grises a violetas hasta que el azul profundo se apodera del cielo y uno descubre —siempre con sorpresa, aunque suceda cada día— que el mundo ha cambiado de rostro mientras uno pestañeaba. Subí hasta la terraza del piso diecisiete llevando conmigo ese peso particular que no duele pero tampoco deja respirar del todo, ese lastre invisible que uno carga cuando los recuerdos insisten en quedarse pegados a la piel como humedad. Me pregunto qué soy mientras las baldosas del pasillo resuenan bajo mis pasos, como si el suelo quisiera recordarme que existo, que aún no me he disuelto completamente en esta arquitectura de ausencias. El ascensor zumbaba con su ronroneo metálico, ese murmullo que ya se ha fundido con mi respiración nocturna, como si el edificio tuviera pulmones que exhalan memorias. A veces creo que este artefacto vertical e...

28 El oficio de engañar al olvido

Capítulo 28 La belleza de las mentiras sinceras «El escritor es, en esencia, un impostor que cree. Se disfraza de sabio, pero escribe para no perderse. Finge tener respuestas, aunque cada palabra que deposita sobre el papel es una pregunta disfrazada. Y en esa búsqueda —torpe, apasionada, a veces desesperada— tropieza con verdades que no buscaba, que lo sorprenden como cartas olvidadas en un cajón que nunca abrió. No escribe porque sabe, sino porque necesita entender. Y a veces, sin querer, revela lo que ni él se atrevía a mirar…» Mi vida podría titularse: Invierno y otoño . Entre hojas que caen y silencios que hielan, he aprendido a caminar con el alma abrigada. El otoño me enseñó a soltar con elegancia, a ver belleza en lo que se despide. El invierno, en cambio, me mostró la quietud necesaria para escuchar lo que no se dice, para encontrar calor en lo que permanece. Cada capítulo ha sido una estación distinta: a veces dorada, a veces blanca, pero siempre marcada por la necesidad de r...

27** Inquilinos del silencio

  Capítulo 27 Inquilinos del silencio No envejecemos de golpe, sino por pequeñas dosis de olvido: gestos que ya no recordamos haber hecho, nombres que se nos escapan como hojas secas, objetos que pierden su lugar en la casa y en la memoria. Así, sin aspavientos, la vida nos convierte en rumor de pasillo, en murmullo que antes fue voz, en sombra que antes fue presencia. Entonces comprendemos que envejecer no es una caída ni una fecha en el calendario, sino una evaporación lenta — una retirada silenciosa hacia la bruma. Y lo que queda, lo que de veras queda, no es el cuerpo ni la fuerza ni siquiera la memoria intacta, sino esa vibración tenue que todavía recorre el corredor cuando todo parece callado. La soledad que habita los pasillos de De Rigaud 400 no camina: flota. Se desliza como bruma tibia entre puertas cerradas, se posa en zócalos, se cuela por rendijas del recuerdo. En este edificio donde las estaciones asoman primero por las ventanas y luego por los huesos, vivimos uno...